Ana Valencia se confiesa: solo trabaja para ella
La Delegación de Cultura tiene un nombre muy amplio; cultura, según el Diccionario de la Real Academia, tiene cuatro acepciones:
f. cultivo.
Sin.: cultivo.
f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
Sin.: educación, erudición, sabiduría, instrucción, ilustración, formación.
Ant.: incultura, ignorancia, anticultura.
f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
Sin.: civilización.
f. desus. Culto religioso.
Según la segunda, la cultura se manifiesta al emitir un juicio; según la tercera, cultura es todo el acervo de un pueblo y una persona.
Ana Valencia y otros delegados de cultura
Hace unos días, Ana Valencia Reyes, Delegada de Cultura de Barbate, dio una entrevista informal a una agitadora local de redes sociales. En ella, demostró su escaso interés por la cultura barbateña y su nimia cultura para defender su postura.
Comenzó la entrevista por el reconocimiento de que está volcada en el patrocinio del flamenco porque es lo suyo. De hecho, durante su ejercicio como concejala ha creado la Delegación de Flamenco, que va anexa a la de Cultura.
Al menos, que sepamos, no se ha contratado a sí misma. Ya tuvimos un Delegado de Cultura en este pueblo que se dedicada al teatro, que promocionó el teatro y que se contrató a sí mismo a través de una supuesta Asociación Sin Ánimo de Lucro que es una empresa encubierta, como tantas en este pueblo.
El caso de Valencia no parece que vaya por ahí. Dicen algunas lenguas (si buenas o malas ya se sabrá) que prepara su futuro. Nosotros no vamos tan allá, porque contratos y facilidades presentes a los suyos no le garantiza a ella contratos y facilidades futuras, que se pierde muy pronto el cariño y el respeto a los que pierden el poder. Nosotros creemos que es simplemente desinterés por todo lo que no conoce, incultura e irresponsabilidad como Delegada de Cultura, de toda, que es.
El atún rojo y nuestro tejido industrial
Dice Valencia que a ella no le gusta el atún rojo, que solo toma atún de lata y de la marca Calvo. Si hubiera mencionado a una conservera local nos habríamos disgustado, pero si hubiese mencionado a todas o varias lo habríamos celebrado. Incluso nos habríamos alegrado de que hubiese dado una palmadita de aliento a la (al parecer) no muy boyante Ubago en Barbate.
Sabiendo Valencia que el vídeo tendría recorrido en redes sociales, no le ha importado citar a una empresa que no tiene ningún nexo con Barbate, y sin embargo ha menospreciado nuestro producto y empresas locales.
También en esto demuestra desprecio por nuestra cultura local. Los 30 cortes que se dan al atún son cosa nuestra y de nuestros pueblos vecinos almadraberos, señora Valencia. En ningún otro lugar del mundo está tan especializado del despiece del atún y la asociación de esas partes a modos concretos de cocinado. Que no tenga usted vocación marinera ni almadrabera no significa que ese sea un elemento prescindible, es de hecho un factor diferenciador y clave en nuestra identidad barbateña y cómo nos perciben desde fuera.
El atún rojo y su gastronomía es una de nuestras escasas señas de identidad propias. Que la señora Valencia minusvalore su valor y su importancia en nuestras vidas y en nuestra economía bien puede merecer la reprimenda ciudadana e industrial. Como Delegada de Cultura y representante de todos no se puede ser tan torpe y dar tan mala imagen de nosotros y nuestro trabajo.
Lo único malo de Barbate es la gente
Esa lindeza, o parecida, dijo la señora Valencia. Menos mal que al menos reconoció que somos acogedores con los visitantes.
La señora Valencia cree que las críticas a los políticos por el deficiente estado de nuestro pueblo o su gestión es tirarle a Barbate, y no. Tirarle a Barbate es lo que ha hecho ella en la entrevista, al menospreciar nuestra cultura, y lo que hace con su gestión, al no prestar atención y apoyo a todo lo que no tenga que ver con ella directamente (el flamenco). Eso, señora Valencia, es tirar a Barbate y tirar a los barbateños y a las barbateñas, a quienes usted considera cosa mala de nuestro pueblo.
Dice la señora Valencia que si no hubiese nacido en Barbate no sería feliz. Nos alegramos de su felicidad, pero no entendemos cómo es posible en un pueblo en el que según ella hay tanta mala gente.
La cultura y la incultura
Ana Valencia defiende con el mismo aplomo la inversión de su Delegación de Cultura casi exclusivamente en flamenco (“lo nuestro”, dice primero), como su falta de interés, si no desprecio, por una parte esencial de nuestra identidad y nuestra economía: el atún rojo.
Hubo hace algunos años un alcaldable en Barbate -clarísimo vencedor en las encuestas y en el pulso en la calle- al que tumbó la Semana Santa anterior a las elecciones. No lo condenó su ateísmo, sino su desprecio por la fiesta y celebraciones de mayor participación ciudadana en nuestro pueblo.
La torpeza de Valencia está a la altura. A un político no se le puede pedir que sepa de todo y que ame todo lo que hacen nuestras gentes, pero sí que lo respete, que lo valore y que lo promocione. Si Ana Valencia no está a la altura, no puede ser Delegada de Cultura. Y si no demuestra mayor respeto por los barbateños, tampoco puede ser Delegada de Flamenco ni estar al frente de Participación Ciudadana. ¿Con qué gente va a contar, si no la quiere?