El 1 de enero: ¿Puerta o muro?

Enero recibe su nombre de Jano, el dios romano de las dos caras, aquel que custodia las puertas y observa simultáneamente el pasado y el futuro.

Su templo, conocido como el Janículo, se abría durante las guerras y se cerraba en tiempos de paz. ¿Es esto enero, un mes de briega? Paradójicamente, en su primer día nos detenemos y bajamos las persianas. Calles desiertas, inmovilismo... así arrancamos en nuestras pretensiones de alcanzar nuevas metas en el año entrante. Jano no camina, solo vigila el umbral.

El umbral invisible

Mañana seguiremos en 1447 (calendario de la Hégira), en 1404 (calendario Jalali), en 2018 (en Etiopía), en 4723 (en China, Año de la Serpiente de Madera) y en 5785 (calendario hebreo).

Solemos otorgar al cambio de dígito una capacidad mágica de transformación. Esperamos que las 00:00 actúen como un catalizador alquímico que convierta nuestra inercia en disciplina. Pero la realidad es que el tiempo no es una sucesión de compartimentos estancos, sino un flujo continuo que mañana, en muchos lugares del mundo, no se detiene.

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– Jesús Malia, enBarbate.com

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La lección del dios bifronte

Si Jano mira hacia atrás y hacia adelante a la vez, es para recordarnos esa continuidad:

  • Hacia atrás: Para reconocer la experiencia, los proyectos consolidados y los errores que nos han esculpido.

  • Hacia adelante: Para proyectar la intención, no desde la fantasía del "nuevo yo", sino desde la construcción constante.

Nada cambia si no cambian la mirada y los esfuerzos. El 1 de enero es simplemente un lunes, un martes o un miércoles más si no existe una voluntad detrás que convierta el cronómetro en kairós (el tiempo de la oportunidad).

El valor de lo que permanece

Mientras tanto, hoy, sí, celebremos que nada cambia de golpe. Que seguimos aquí, con los mismos afectos, los mismos compromisos y las mismas ansias. Reunámonos con quienes nos quedan, festejemos con ellos. Atravesemos el umbral de un año a otro junto a ellos, sí, como símbolo de nuestra constancia; porque esas personas son nuestro pasado y nuestro porvenir.

Pero mañana, cuando el dios de las dos caras nos salude, no le pidamos milagros. Pidámosle la lucidez necesaria para entender que el futuro solo es el presente con un poco más de memoria. Y no escatimemos la lucha desde la primera hora de la mañana. Luego, será tarde.

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