Hoy, de mí, y de ti
Un primo reciente de 60 años (otro día explico el concepto de primo reciente para no barbateños), me decía divertido que le habían hablado de mí como de “un poeta”. “Lo soy”, le digo, y él responde que lo fue en la juventud, que ya no está para esas cosas. Una llamada de teléfono le libra de mi contra réplica, por el momento, porque al darla aquí la tendrá que leer.
Le parece a mi primo muy gracioso que uno que pasa de los 40 escriba versos, pero yo sé, sin conocerlo mucho, que él no ha perdido la ternura en los momentos de intimidad; que a pesar de lo que cuesta encontrar el camino hacia nuevos besos, él los desea; que no mira las noticias de las guerras o los genocidios porque no puede hacer nada y le restan salud y le suman mala leche e indignación; que cuando se le acerca una nueva persona no ve en ella a alguien que viene a causarle un daño; que no solo le gusta ganar dinero, sino aún más que valoren y agradezcan su trabajo; que sigue haciendo cosas por la gente sin ningún motivo, tan solo humanidad; y, en fin, que a pesar de que todos y cada uno presumimos -o nos lamentamos, según el caso- de lo solos que estamos en este mundo, yo sé que mi primo sabe que esto es cosa de los momentos más tristes, pero que son las otras personas quienes más nos alegran. "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas: es ojo porque te ve", escribió Antonio Machado.
Me conoce mi primo por mi faceta crítica con la actualidad barbateña; por mis trabajos en esta web y en internet para los bares, restaurantes y empresas; por mi asesoría energética a particulares, comunidades y negocios; incluso por mis cualidades de exrenegado y de exprofesor y licenciado en Matemáticas. Todo esto, a mi primo, le encaja en el perfil de una persona seria, pero ¿poeta, y pasada la juventud? ¡Qué cosa más tonta!, debe pensar.
Hace unos meses, escuchaba un programa de radio en que se juntaban tres personas muy doctas en sus campos a exponer qué es la verdad. El filósofo hablaba de filosofía y de la verdad judicial; la periodista, de que la verdad periodística exige contrastar fuentes; y el teólogo hablaba de Dios. Las poetas también tenemos qué decir sobre esta materia, pero, como nadie nos escucha, yo hablaré de la verdad poética en Castillos de Arena, no hoy. Hoy, lo que toca, para responderle a mi primo reciente, es decir que la verdad del filósofo, la del juez, la del periodista, la del teólogo y la del poeta, y todas las que aquí faltan, nos son necesarias para entendernos a cada uno de nosotros individualmente.
Y es que la vida nos presenta continuamente nuevas dificultades y retos, y cada uno hay que enfrentarlo con herramientas y recursos diferentes. ¿Te sobra la poesía, Manuel? No me lo creo.