Perros, playas y convivencia: Entendiendo la cinofobia, la normativa y los riesgos compartidos
Perros, Playas y Convivencia: Entendiendo la Cinofobia, la Normativa y los Riesgos Compartidos
La presencia de perros en las calles de Barbate es notable, y con ella surge la necesidad de clarificar las normas y riesgos para una convivencia armoniosa en espacios públicos. Hay que considerar diversos factores, desde fobias específicas en la población hasta normativas de seguridad y los riesgos inherentes a compartir entornos naturales como las playas.
La Cinofobia en España: Una Realidad Presente en la Sociedad
Aunque a menudo poco visibilizada, un porcentaje significativo de la población española experimenta cinofobia, el miedo irracional a los perros. Las estimaciones sugieren que hasta un 10% de la población puede padecer este temor en diferentes grados. Si bien los casos clínicamente diagnosticados de fobia son menores (alrededor del 1%), el temor generalizado es más común y, con frecuencia, tiene sus raíces en experiencias tempranas de la vida. Esta realidad subraya la importancia de la responsabilidad y el control de los animales en espacios compartidos.
La Correa: Una Obligación para la Seguridad y Convivencia en Espacios Públicos
En España, la normativa es clara: todos los perros deben ir atados por la calle y en la vía pública, salvo en aquellas zonas que estén específicamente habilitadas para que puedan ir sueltos (como los parques caninos o "pipicanes"). La reciente Ley de Bienestar Animal (Ley 7/2023) refuerza esta obligación, prohibiendo explícitamente que los animales de compañía deambulen sin la supervisión presencial de su responsable.
Incumplir esta normativa puede acarrear multas significativas, que oscilan entre los 500 y los 10.000 euros por considerarse una infracción leve. Además de esta norma general, los Perros Potencialmente Peligrosos (PPP) están sujetos a regulaciones más estrictas, debiendo llevar bozal y una correa no extensible de menos de dos metros en todo momento, según lo establecido por el Real Decreto 287/2002. Es fundamental recordar que las ordenanzas municipales pueden añadir restricciones adicionales o especificar con detalle las zonas permitidas para la suelta de perros.
Los Riesgos para los Perros en el Entorno Playero
Ingesta de agua salada y arena: Beber agua de mar en exceso puede provocar intoxicación por sal (hipernatremia), causando vómitos, diarrea, deshidratación y, en casos graves, problemas neurológicos. La arena, si es ingerida en grandes cantidades, puede generar obstrucciones intestinales.
Golpe de calor y quemaduras: La exposición prolongada al sol y el calor de la arena pueden causar golpes de calor severos y quemaduras en las almohadillas de las patas, especialmente peligrosos para razas braquicefálicas o perros con pelajes claros.
Cortes e infecciones: Cristales, conchas rotas, anzuelos o basura oculta en la arena pueden provocar cortes y heridas en las patas o al ser ingeridos. El agua salada y la arena también favorecen la irritación de la piel y las infecciones de oído (otitis) si no se realiza una higiene adecuada tras el baño.
Fauna marina y parásitos: Las medusas, erizos de mar o peces araña pueden causar picaduras dolorosas. Además, existe riesgo de contacto con parásitos como pulgas y garrapatas, o la ingesta de animales marinos muertos con posibles toxinas.
Ahogamiento: A pesar de su instinto, no todos los perros son buenos nadadores. Las corrientes fuertes o el cansancio pueden llevar a un ahogamiento si no son supervisados.
Riesgos para las Personas: Una Cuestión de Salud Pública y Convivencia
Contaminación fecal: La principal preocupación es la higiene. Las heces de perro, si no se recogen, liberan bacterias (como E. coli y Salmonella) y parásitos que pueden contaminar la arena y el agua. Esto representa un riesgo significativo de infecciones gastrointestinales o cutáneas para los humanos, especialmente para los niños que juegan directamente en la arena.
Mordeduras y arañazos: Aunque la mayoría de los perros son dóciles, un ambiente concurrido y desconocido puede generar estrés o reacciones inesperadas. Esto aumenta el riesgo de mordeduras o arañazos a personas, ya sea por agresión, miedo o juego excesivo.
Alergias: Las personas con alergias a los perros pueden sufrir reacciones alérgicas al estar expuestas a pelo o caspa canina en el ambiente playero.
Molestias y temor: Para quienes tienen cinofobia o simplemente prefieren disfrutar de la playa sin la presencia de animales, la constante interacción o los ladridos de perros pueden generar incomodidad y ansiedad, afectando su experiencia de ocio.
Impacto en la fauna local: La presencia de perros puede perturbar la fauna silvestre de la playa, como las aves marinas que anidan o se alimentan en la zona.
La coexistencia en espacios públicos, como las playas, requiere de la responsabilidad de los dueños de mascotas y del respeto por las necesidades y sensibilidades del resto de la ciudadanía. La comprensión de las normativas y la concienciación sobre los riesgos son pasos clave para garantizar la seguridad, la higiene y el disfrute de todos.
En Conclusión: Perros y Playas, Mala Combinación
Si bien es perfectamente comprensible que los propietarios quieran que sus mascotas disfruten de la playa, los riesgos para ellas y, lo que es más importante, para el entorno y para las personas -ya tenga fobian o no-, son mayores. Si ni siquiera apreciamos un control exhaustivo por las calles para llevar a los perros atados, ¿cómo esperar lo propio en los arenales concurridos de personas y que se controlen sus deposiciones?
En Barbate, hace varios años -perdón por la imprecisión- que no es raro ver la bucólica estampa del más fiel compañero del ser humano corriendo y jugando por la arena y por el agua. Pero esto no se debe a otra cosa que a incompetencia municipal. El menguado cuerpo de Policía Local no da abasto para atender sus responsabilidades y hace tiempo que entendió que la Playa del Carmen no era su prioridad.